Las vías en las que la empresa privada y la universidad pueden entenderse en materia tecnológica son múltiples, pero todas tienen algo en común: aportan numerosos beneficios para todas las partes implicadas.

Cuando se habla de la colaboración entre universidad y empresa en ámbitos TI es fácil limitarse a pensarla como vía de entrada al mercado laboral de jóvenes talentos, de programas de becas y formaciones remuneradas que completan su experiencia académica con una visión de lo que será el mundo real. También puede caerse en el error de verlo como mano de obra barata para las compañías. Sin embargo, este tipo de sinergias tienen grandes posibilidades, más allá de la captación de personal o de su formación: proyectos de investigación conjuntos, financiación a grupos, compartición de instalaciones o equipo, desarrollo de productos o el patrocinio de programas, cátedras u otras iniciativas educativas son algunas de ellas.
Ejemplos de colaboración
Sobre este tema tienen larga experiencia en Bosch, una empresa compleja, con alrededor de 418.000 empleados repartidos por todo el mundo, de los que 86.800 están centrados en la parte de investigación y desarrollo. Hace ya bastantes años que en la compañía se plantearon la necesidad de establecer colaboraciones con organismos que pudieran apoyarles en la parte de tecnología, como explica Juan Antonio Relaño, Chief Information and Innovation Officer (CIIO) de Bosch España, ganador de la última edición de los CIO 100 Awards y presidente del CIO Executive by Foundry Spain.
Para esto, se creó un programa de innovación abierta con tres pilares. Uno sería precisamente el académico, con colaboraciones con universidades públicas y privadas, escuelas de negocio y otros centros educativos; aquí entraría, por ejemplo, la Cátedra BOSCH-UCM en Inteligencia Artificial aplicada a Internet de las Cosas que se imparte en la Complutense de Madrid o, más recientemente, un desafío dentro de los Cursos de Verano de la Complutense para desarrollar una inteligencia artificial más ética y enfocada al bienestar social. Relaño se detiene en esta última iniciativa, que contó con la participación de 40 personas de distintas nacionalidades y que valora muy positivamente a la hora de identificar talento y establecer vínculos con profesionales. El segundo pilar se apoya en su ecosistema de startups, con las que se establecen acuerdos de colaboración a través de los que se les provee de oficinas gratis a cambio de apoyo en el desarrollo de prototipos y proyectos de tecnología. La tercera pata consiste en colaboraciones con otras empresas e instituciones, entre las que incluye ONG.
También ArcelorMittal tiene uno de sus principales ejes de actuación en la relación con la investigación científica, hasta el punto que forma parte de su ADN, en palabras de Tatiana Manso, directora de Operaciones de ArcelorMittal Global R&D Spain. “Para nosotros, no hay innovación sin investigación, ni investigación sin una aplicación práctica que aporte valor a la industria y a la sociedad, cerrando así un ciclo en el que el conocimiento se convierte en un progreso real”, detalla. Esto se concreta a través de una red de 11 centros de I+D en siete países distintos, entre los cuales está el ArcelorMittal Global R&D Spain, “uno de los más activos” con colaboraciones en las sedes de Asturias, País Vasco y Madrid con centros como la Universidad de Oviedo.

ArcelorMittal. En la imagen, Tatiana Manso.
“No hay innovación sin investigación, ni investigación sin una aplicación práctica que aporte valor a la industria y a la sociedad”, dice Tatiana Manso
Manso ejemplifica estas colaboraciones con el trabajo conjunto con la Universidad Libre de Bruselas, con la que se han desarrollado algoritmos bioinspirados de optimización matemática —como el enfoque de colonias de hormigas (ACO)— que permiten acelerar el diseño de nuevos grados de acero y optimizar procesos industriales complejos. “Este tipo de proyectos no solo ejemplifica la transferencia efectiva de conocimiento, sino también la relevancia de la colaboración entre industria, academia y tecnología para impulsar la innovación con impacto real”. Entre otras tecnologías, están actualmente explorando IA generativa, big data y computación cuántica para acelerar el diseño de nuevos materiales y “avanzar hacia una industria más eficiente, conectada y sostenible”.
Por qué apostar por la academia
La relación universidad-empresa tiene el potencial de generar innovación, fomentando la transferencia de conocimiento desde entornos académicos para su puesta en práctica. Se fomenta un ecosistema de investigación tecnológica e informática que redunda en el beneficio de la industria, pero que también puede impactar en el resto de la sociedad. Para las empresas, invertir en investigación y desarrollo mediante colaboraciones académicas puede repercutir en beneficios económicos directos. Por ejemplo, según un reciente estudio de la Universitat de les Illes Balears, cuando las compañías se especializan internamente en una única fase de la I+D y complementan la otra mediante outsourcing, recurriendo a las instituciones como proveedoras estratégicas de servicios adaptados a sus necesidades específicas, reducen los costes de aprendizaje y potencian su especialización. Otros informes apuntan a la reducción de riesgos asociados a procesos de desarrollo, la posibilidad de probar tecnología punta o la repercusión a nivel reputacional y de prestigio para la empresa. A nivel de universidad, este tipo de relaciones pueden dar en spin-offs, nuevas patentes y otros resultados comerciales.
Manso coincide con este análisis cuando señala que la colaboración con investigación académica “aporta valor en todas las dimensiones”, con énfasis en reducir costes, optimizar procesos y agilizar el time-to-market. Además, indirectamente, les posiciona en innovación sostenible y ayuda a atraer y retener talento, “algo fundamental para el futuro de la compañía”. La directiva de ArcelorMittal acentúa la importancia de la transferencia de saberes, que desde la división original puede llegar a aplicarse en el resto de plantas del grupo o traducirse en soluciones reales. “La innovación que desarrollamos no se queda en el laboratorio: se implementa, genera valor económico, social y ambiental”. Destaca además el impacto en el propio personal de la compañía: “Trabajar en un entorno que apuesta por la investigación y la innovación significa estar en contacto con tecnología puntera, aprender continuamente y participar en proyectos que marcan la diferencia”.

Juan Márquez (Foundry). En la imagen, Juan Antonio Relaño.
“No puedes meterte en una inversión sin saber si eso te va a funcionar o no. Tienes que ir con pequeños modelos, escalando, y para eso la universidad es perfecta”, apunta Juan Antonio Relaño
Relaño introduce un aspecto a tener en cuenta cuando se trata de deducir el valor que tiene para la empresa este tipo de iniciativas: la dificultad de evaluar la innovación esperando un retorno de la inversión. En este sentido, apunta a otros aportes, como el branding o la incorporación de talento más allá del propio departamento de TI. Pero sobre todo destaca uno. “Fundamentalmente, acometer proyectos en multitud de tecnologías que hoy en día son muy difíciles de abordar internamente por las empresas”. El ritmo actual de desarrollos tecnológicos hace que sea “prácticamente imposible” para un departamento de TI experimentar con todas ellas. “Básicamente te quedan dos salidas: o acudes a consultoras, o generas tú un ecosistema donde nutrirte”.
El desarrollo de este entorno facilita la prueba de estas herramientas punteras. “No puedes meterte en una inversión sin saber si eso te va a funcionar o no. Tienes que ir con pequeños modelos, escalando, y para eso la universidad es perfecta”. Gracias a iniciativas como la cátedra UCM-Bosch, la situación actual de la compañía en innovación es muy positiva. “Estamos en un círculo virtuoso”, valora Relaño, que describe un escenario en el cual ya se les busca desde centros de investigación para participar en proyectos internacionales. Aunque no era lo que se buscaba inicialmente, la evolución ha ido enriqueciendo el ecosistema. Un ejemplo de por qué invertir en innovación implica saber ver más allá del ROI.